Esta serie de emisiones radiofónicas lleva por nombre Coplas Mecánicas, título cogido a Juan de Mairena, un autor apócrifo de Antonio Machado. Entre su obra poética, publicaba unas coplas hechas con una extraña máquina de trovar, provista de un teclado y una especie de imprenta automática que componía versos. A finales del siglo XIX ingenios como el fonógrafo permitieron registrar y reproducir sonido por primera vez. Algunos ejemplos previos tentaron distintos materiales, como el papel o las láminas de estaño. Santiago Ramón y Cajal desarrolló, en paralelo a Thomas Edison, un fonógrafo óptico que funcionaba con discos de vidrio grabados por un rayo de luz dirigida con lentes y espejos. Se sucedieron soportes igualmente sorprendentes, como los cilindros de cera, discos de acetato o cintas con emulsiones sensibles al magnetismo. Cada una de estas tecnologías, y muchas otras simultáneas y sucesivas hasta el presente, han transformado las posibilidades de la voz humana, moldeando la música y la historia de sus registros.
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Esta serie de emisiones radiofónicas lleva por nombre Coplas Mecánicas, título cogido a Juan de Mairena, un autor apócrifo de Antonio Machado. Entre su obra poética, publicaba unas coplas hechas con una extraña máquina de trovar, provista de un teclado y una especie de imprenta automática que componía versos. A finales del siglo XIX ingenios como el fonógrafo permitieron registrar y reproducir sonido por primera vez. Algunos ejemplos previos tentaron distintos materiales, como el papel o las láminas de estaño. Santiago Ramón y Cajal desarrolló, en paralelo a Thomas Edison, un fonógrafo óptico que funcionaba con discos de vidrio grabados por un rayo de luz dirigida con lentes y espejos. Se sucedieron soportes igualmente sorprendentes, como los cilindros de cera, discos de acetato o cintas con emulsiones sensibles al magnetismo. Cada una de estas tecnologías, y muchas otras simultáneas y sucesivas hasta el presente, han transformado las posibilidades de la voz humana, moldeando la música y la historia de sus registros.
A cada instante en fiestas, en serenatas, en romerias, aun en la soledad de los campos, brotan a centenares estas breves composiciones, insulsas frecuentemente, llenas a veces de entusiasmo y de poesia, o del mayor garcejo, q se oyen una vez para no volverse a oir jamas, conservandose solo, y corriendo de boca en boca y de pueblo en pueblo, aquellas mas conformes con el comun sentir, q mas se adaptan a situaciones frecuentes, o q mas profunda impresion causan en el animo por la verdad de su concepto, por la belleza de su forma, por su oportuno xiste, y sobre todo por sus extrañas imagenes. La poesia es la fiebre de la expresion, como ella, tiene su cadencia, y una de sus formas espontaneas, dentro de los elementos del idioma castellano, es indudablemente el cantar. Tiene la exactitud de la prosa, posee el ritmo natural q la fisiologia a demostrado coexistir con los movimientos del cuerpo, cuando, como en las expansiones del gozo y en las sacudidas de la ira, nuestros nervios vibran al unisono. El cantar tiene musica en si, y aunq lo leamos sin ella, la sentimos vagamente, como cuando se mira un instrumento q a deleitado repetidas veces nuestros oidos. Las mentadas vibraciones son en rigor universales, pero en cada pueblo an tomado un ayre distinto segun su sentir y su lengua. En la nuestra el verso q mejor se a prestado a ello a debido de ser el de ocho silabas. La sencillez de su medida, la ambulante situacion de sus acentos, su natural ritmo, el facil empleo de asonantes, la riqueza de estos, el ser transito de la prosa, y quizas mejor diriamos a la prosa, lo izieron elemento temprano del cantar y del romance, q en cuanto a la forma puede considerarse su repeticion.
Tengo mi pecho de coplas
que parece un avispero
se empujan unas a otras
por ver qual sale primero
Coplas Mecánicas
Esta serie de emisiones radiofónicas lleva por nombre Coplas Mecánicas, título cogido a Juan de Mairena, un autor apócrifo de Antonio Machado. Entre su obra poética, publicaba unas coplas hechas con una extraña máquina de trovar, provista de un teclado y una especie de imprenta automática que componía versos. A finales del siglo XIX ingenios como el fonógrafo permitieron registrar y reproducir sonido por primera vez. Algunos ejemplos previos tentaron distintos materiales, como el papel o las láminas de estaño. Santiago Ramón y Cajal desarrolló, en paralelo a Thomas Edison, un fonógrafo óptico que funcionaba con discos de vidrio grabados por un rayo de luz dirigida con lentes y espejos. Se sucedieron soportes igualmente sorprendentes, como los cilindros de cera, discos de acetato o cintas con emulsiones sensibles al magnetismo. Cada una de estas tecnologías, y muchas otras simultáneas y sucesivas hasta el presente, han transformado las posibilidades de la voz humana, moldeando la música y la historia de sus registros.