
Como una ceremonia de iniciación o un acto ritual, el parto en casa me conectó con la puerta a una dimensión antes no conocida. Una dimensión extra humana en la que se juntan la animalidad, la espiritualidad y los estados emocionales más profundos de nuestro ser, de nuestra historia. Una en la que la muerte y la vida surgen, no para oponerse sino para danzar y darle sentido a la existencia propia y la que llega.
Navegar el dolor y transformarlo en vida, no polarizarme, elegir quedarme en mi cuerpo, atender sus necesidades y no huir a pesar de la incomodidad, de los miedos de la mente y quedarme en el presente, con mi intuición y con el amor, en unidad, es algo inigualable.
Darle el tiempo a la vida a que asomara con su respectivo proceso y permitirme ser la protagonista de la experiencia, en mi propio hogar e intimidad, junto con mi pareja y familia es algo de lo que siempre estaré satisfecha y eternamente agradecida. Contar con un equipo experto que me preparó, respetó y confió todo el tiempo en mi capacidad de alumbrar a bebé es el gran regalo que hoy me permite re-nacer también como una mujer más segura y que confía en su capacidad de amantar y criar: escuchar, atender y cuidar.
Aquí les cuento esta historia, con la dualidad que la acompañó y se superó, dándole la bienvenida a Benjamín Jo y esta nueva madre y mujer que también se gestó.
Gracias por escuchar. Abrazos amorosos.