
A veces, el orgullo nos hace dar vueltas innecesarias en la vida. Esta reflexión nos lleva a meditar en lo esencial que es tener un corazón enseñable, saber escuchar la voz de Dios y estar dispuestos a pedir dirección. Porque no se trata solo de llegar, sino de llegar bien… y de la mano del Señor.