
Tu vida puede hablar más fuerte que tus palabras. En esta reflexión, recordamos que el mundo muchas veces ve a Dios a través del testimonio de su pueblo. Aunque no seamos perfectos, cada acto de perdón, agradecimiento o integridad puede ser evidencia viva de que Dios habita en nosotros. Vivamos como vitrinas abiertas que reflejan su luz.