
Si eres de esas que tiene un remedio casero para absolutamente todo, entonces eres de las nuestras. ¿Te acuerdas de la agüita de hierbas que nos daban en el colegio pretendiendo sanar mágicamente todos los males? ¿O tal vez de ese pedazo de papel de diario pegado con saliva en la frente para quitar el hipo? ¡Imposible no acordarse! Te vas a entretener mucho escuchándonos hablar del suplicio que es tener frenillos, vivir sin electricidad por un día y las temidas parálisis del sueño.