
Entre las más difíciles agonías, está el sonido que viaja hacia mis oídos. Mientras que, estoy acostada y con un fuerte dolor en el pecho, escucho los chasquidos de mis huesos y el vacío de mi espacio externo. Quizás la realidad sea esta, quedarme ahí arropada y admirando cómo suena mi cuerpo, cómo suenan mis pensamientos y cómo suena el afuera.
Hay, hay, hay… ¡Es eso! Solo hay un pequeño sonido que se vuelve grande y eterno.
Darashea Toala