
Cada persona antes de nacer se encuentra en un espacio oscuro en donde pasa por un proceso de desarrollo, es así como lo veo en vida. La oscuridad nos hace más fuertes si sabemos canalizar las situaciones.
Hay una filosofía vinculada a este pensamiento, el kintsugi.
Hace cinco siglos, surgió en el lejano Oriente el kintsugi, una técnica artesanal con el fin de reparar un cuenco de cerámica roto mediante el encaje y la unión de los fragmentos con un barniz de oro.
Las piezas después de estar rotas se volvían más bellas y más valoradas cuando se reconstruían, dejando visibles sus cicatrices doradas, transformando totalmente su esencia estética.