
Las palabras tienen poder, nos ayudan a conectar con las personas, a designar y dar forma a lo que nos rodea. Sin embargo, no podemos olvidar tampoco el papel de ese diálogo interno, y de la necesidad de cuidar de esas palabras que nos decimos a nosotros mismos. Sabemos que la palabra crea, que da ejemplo y designa todo lo que nos rodea.
Nuestras palabras tienen el poder de crear y el poder de destruir. Pero, el alcance de nuestras palabras es mucho más poderoso. Su capacidad de crear y de destruir también es aplicable a nosotros mismos. No escucharnos, dedicarnos afirmaciones negativas y reprimir lo que deseamos decir son algunas de las múltiples maneras en las que nos haremos daño, nos sentiremos frustrados y en las que, tal vez, consigamos alimentar una baja autoestima. Si tú no te dedicas palabras bonitas nadie lo hará. Porque tal y como te ves, así te verán los demás. Hemos aprendido a dedicarles estas palabras a los demás, pero ¿qué pasa con nosotros? Parece que no sabemos darnos el valor que merecemos, nos ponemos en un segundo lugar y esto provoca numerosos problemas. Es entonces cuando los “soy incapaz” o “no puedo” se hacen eco en nuestra vida llegando a ser una realidad.
Si digo no puedo, es cierto ¡no puedo! Pero si digo ¡sí puedo! también es cierto porque lo dije también. Las palabras NO SE LAS LLEVA EL VIENTO, quedan enganchadas en nuestra mente y en nuestro corazón y así van dirigiendo nuestra vida, por el camino que le vamos indicando. Las palabras construyen realidades externas e internas y eso, es algo que debemos tener muy presente el día día. Por eso escucha y aprende todo lo que vamos a decirte en conjunto con nuestro invitado Luis Rizzo.
Invitado Especial: Luis Rizzo (@rizzo.gt)