
Nos apegamos al Señor Jesús de todo corazón y dependemos de él (Juan 15:5). En Cristo hallamos todo el poder necesario para ser y para hacer lo que él quiera. “Para que en todo él tenga la preeminencia” (Colosenses 1:18). Él debe ser nuestro objeto, no el gozo. El pecado ya no está sobre nosotros, más la carne si, y lo estará hasta el fin (Romanos 7:24).