Fue tres veces campeón del mundo en boxeo. Maravilló a Italia y lo quisieron nacionalizar; el Papa Juan Pablo II pidió conocerlo y le vaticinó su gran futuro boxístico. Su espía en Italia previa a la pelea con Oliva era un tal Diego Maradona. Fue ciruja, peón, boyero en un tambo y hasta limpió pozos ciegos, y con el tiempo cuando creía que estaba perdiéndose detrás de esos smoking caros decidió "usar calzoncillos y medias con agujeros, entonces cuando me sacaba lo trajes recordaba quien era y de dónde venía". Son pocos los boxeadores que logran sobrevivir al ocaso del campeón, y Látigo tiene una respuesta: "Lo que pasa es que nosotros cuando llegamos nos queremos vengar".