Nietzsche describía la moral de los esclavos como una forma de valorar la mediocridad, un sistema que convierte la debilidad en virtud y el resentimiento en justicia. ¿Cuántas veces hemos visto a las masas encumbrar el sacrificio y la humildad como "valores supremos"?

¿Y si, en realidad, esta moralidad solo fuese una manera de contener a los fuertes, de hacer que quienes tienen el potencial de destacar renuncien a su grandeza para no incomodar?

Para Nietzsche, la moral de los esclavos es la exaltación de la sumisión, de lo "correcto", de lo que no desafía ni rompe moldes. Promueve la obediencia y hace ver el sufrimiento como redención. Mientras tanto, se desprecia lo elevado, lo ambicioso, la voluntad de poder. En esta visión, los "esclavos" no solo se conforman, sino que desean que todos se conformen con ellos.

¿Y si nos liberáramos de esas cadenas mentales? ¿Qué pasaría si dejáramos de considerar la modestia como un fin en sí mismo y reconociéramos que, en el fondo, buscamos ser algo más, algo grande? Nietzsche no propone la destrucción de la moralidad, sino el desafío de una moralidad que nos mantiene en la sombra.

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