
Tres relatos se emparentan en una línea que une un pueblo de pescadores fantasma, una casa que sin duda ya está tomada a pesar de que el mate se ceba con mucho cuidado y un capitán, Beto, que va solo por el espacio extrañando a su vieja y cuidando los malvones. Tal vez lo que integra estos relatos es el cruce de una línea que nos deja fuera, del otro lado del juego, sin posibilidad de volver o siquiera, de replantear la jugada. Tanto el capitán Beto, como el capitán en el relato de Ariel Halac, al igual que el hermano de Irene en Casa Tomada, han cruzado de manera temeraria una línea que los deja fuera, más que de su propio relato, de sí mismos como seres capaces de decidir y enmendar su destino.