En el año 1915, el mundo está sumido en los horrores de la Primera Guerra Mundial. El frente de batalla se extiende por toda Europa, donde los hombres se ven reducidos a números en un conflicto brutal que parece no tener fin. En medio de las interminables trincheras, alambres de púas y barro, no hay respiro. 

Los soldados luchan no solo entre sí, sino contra el ciclo interminable de muerte y desesperación que define la guerra.Friedrich Adler, un oficial alemán, es uno de esos soldados. Ha luchado en innumerables enfrentamientos en el frente oriental, siendo testigo de la brutalidad de la guerra. 

Su vida, aunque llena de honor, está envuelta en el cansancio de un combate interminable. Cada día es una lucha por aferrarse a su humanidad, incluso cuando los estragos de la guerra amenazan con despojarla. Los rostros de sus camaradas, una vez llenos de esperanza, ahora están endurecidos por la violencia que padecen. 

Sus ojos están vacíos, sus espíritus rotos.El frente oriental es especialmente terrible, un lugar donde las batallas se libran en paisajes aislados y duros: bosques profundos y llanuras desoladas. Es aquí, cerca de la pequeña ciudad fortaleza de Osowiec, donde Friedrich se encuentra destinado. La fortaleza es un símbolo de la fuerza rusa, una fortaleza en la vasta extensión de Europa del Este.

Sus enormes murallas, espesas con los ecos de la historia, sirven como la última línea de defensa del Imperio ruso contra el avance alemán.Friedrich no es ajeno a los sonidos de la artillería ni al hedor de la muerte. Él y su unidad han luchado por cada centímetro de terreno. Sin embargo, incluso en este terrible conflicto, se aferra a la pequeña esperanza de que la guerra pronto terminará. 

Sus pensamientos a menudo se remontan a su hogar, a su esposa, Emma, y a su pequeña hija, Anna. Las cartas que recibe de ellas son su único consuelo. Sueña con un día en que las líneas del frente se desvanezcan y pueda regresar a la vida que una vez conoció.