
Pablo enseña que cuando un hermano cae, la respuesta de la iglesia no debe ser la crítica ni el rechazo, sino la restauración en un espíritu de mansedumbre. Restaurar significa levantar al caído con amor, cuidándonos también de no caer en la misma tentación. Además, el apóstol nos recuerda que cumplir la ley de Cristo es llevar las cargas unos de otros, caminando juntos en humildad y compasión. El Espíritu Santo nos guía a ser instrumentos de sanidad y edificación en la vida de los demás.