
El apóstol Pablo termina su carta reafirmando que la verdadera gloria del creyente no está en las obras, las apariencias ni el cumplimiento de ritos, sino únicamente en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Es en la cruz donde recibimos una nueva vida y una nueva identidad, separados del mundo y marcados por la gracia. Reflexionamos en cómo esta verdad nos llama a vivir con humildad, gratitud y fidelidad, reconociendo que todo lo que somos y tenemos es por Cristo y para Cristo.