
Pablo cierra su lista de las obras de la carne mostrando cómo el pecado se manifiesta en excesos y desórdenes que destruyen tanto al individuo como a la comunidad. A través de este pasaje, comprendemos que quienes practican tales cosas se alejan del reino de Dios, y vemos la necesidad urgente de vivir bajo la guía del Espíritu Santo, quien nos conduce a la sobriedad, al amor y a la verdadera vida en Cristo.