
La fe no se limita a creer en la existencia de Dios, sino que implica confianza, fidelidad y dependencia constante de Él. El Espíritu Santo produce en nosotros una fe que sostiene en medio de la incertidumbre, que nos lleva a obedecer aunque no entendamos todo y que nos mantiene firmes en las promesas de Dios. Reflexionamos en cómo esta fe transforma nuestra relación con el Señor y nos permite vivir con seguridad, esperanza y constancia en medio de cualquier circunstancia.