
Frente a las obras de la carne, Pablo presenta la vida transformada que produce el Espíritu en el creyente: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad y fe. Reflexionamos en que este fruto no es resultado del esfuerzo humano, sino de la obra del Espíritu en quienes se rinden a su guía. Cada característica refleja el carácter de Cristo en nosotros y nos invita a vivir una vida que dé testimonio del poder de Dios en medio del mundo.