
La benignidad se manifiesta en la dulzura y amabilidad con la que tratamos a los demás, aun cuando no lo merezcan. La bondad, por su parte, va más allá de un trato amable: es hacer lo correcto y buscar el bienestar del prójimo con acciones concretas. Reflexionamos en cómo el Espíritu Santo nos transforma para vivir en relaciones llenas de misericordia, servicio y generosidad, siendo testigos del amor de Cristo en nuestra familia, comunidad y sociedad.