
El amor es la primera manifestación del fruto del Espíritu. Pablo nos recuerda que el amor es la base de la vida cristiana y el mayor reflejo del carácter de Dios en nosotros. No se trata de un simple sentimiento, sino de una decisión que busca el bien del prójimo, aun cuando cueste. Reflexionamos en cómo el Espíritu Santo derrama este amor en nuestro corazón y nos capacita para amar como Cristo nos amó: de manera sacrificial, constante y transformadora.