
En la vida diaria, es fácil dejarse llevar por la ansiedad: trabajo, salud, deudas, relaciones… todo parece urgente. La biblia nos recuerda que en lugar de quedarnos atrapados en la preocupación, podemos aprender a soltar un poco el control. Hablar, desahogarnos, enfocarnos en lo que sí podemos hacer y confiar en que no todo depende de nosotros. Esa actitud nos da una paz que no siempre se explica, pero sí se siente.