
En una ocasión Jesús fue a cenar en la casa de un hombre llamado Simón, este hombre era una persona pudiente y reconocida en la sociedad. Mientras estaban cenando una mujer entró y se postró a los pies de Jesús y dice la palabra que no podía dejar de llorar y de besar los pies de Jesús y que le echaba un perfume costoso y secaba los pies de Jesús con sus cabellos.
Simón en sus pensamientos, pensó que Jesús no era ningún profeta porque no reconocía quién era ese tipo de mujer.
Pero Jesús que conoce nuestros corazones, le contó esta historia: Todo esto está en Lucas 7. 36-50 pero te voy a leer del 41 al 47
41 Entonces Jesús le contó la siguiente historia:
—Un hombre prestó dinero a dos personas, quinientas piezas de plata[i] a una y cincuenta piezas a la otra. 42 Sin embargo, ninguna de las dos pudo devolver el dinero, así que el hombre perdonó amablemente a ambas y les canceló la deuda. ¿Quién crees que lo amó más?
43 Simón contestó:
—Supongo que la persona a quien le perdonó la deuda más grande.
—Correcto—dijo Jesús.
44 Luego se volvió a la mujer y le dijo a Simón:
—Mira a esta mujer que está arrodillada aquí. Cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para lavarme el polvo de los pies, pero ella los lavó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. 45 Tú no me saludaste con un beso, pero ella, desde el momento en que entré, no ha dejado de besarme los pies. 46 Tú no tuviste la cortesía de ungir mi cabeza con aceite de oliva, pero ella ha ungido mis pies con un perfume exquisito.
47 »Te digo que sus pecados—que son muchos—han sido perdonados, por eso ella me demostró tanto amor; pero una persona a quien se le perdona poco demuestra poco amor.
Conozco a mi Señor Jesús desde que tenía 9 años, recuerdo que era un tiempo difícil para mis padres y por una invitación conocimos al Señor. Como cualquier adolescente tuve mis altas y bajas en la fe, pero al cumplir los 21 años tuve mi encuentro personal con Jesús y desde entonces le sirvo con todo los que soy.
Dios me regaló una buena vida, no perfecta, pero muy buena. Soy madre de dos hermosas hijas y esposa de un gran hombre que le sirve a Dios. de hecho nos conocimos en la iglesia, siempre digo que Dios me presentó al amor de mi vida.
Como familia hemos vivido todas las temporadas de eclesiastés 3, todas tiempos de risa, tiempos de llantos, tiempos de nacimientos, tiempos de muertes, tiempos de bailes, tiempos de tristezas… en fin, de una manera u otra las hemos vivido todas.
Pero si de algo estoy muy segura es que en todas ellas Dios ha estado con nosotros.
No te puedo decir que hoy tengo todo lo que algún día soñé que tendría, algunas cosas tengo más de lo esperado, otras simplemente no llegaron y varias están en espera…
Hace dos años después de perderlo todo nos mudamos de país, y debo decir que ha sido una gran decisión, pero ha valido la pena. Lo único que me gustaría en este punto es que mi hija menor también estuviera con nosotros, pero sé que será en el tiempo de Dios. Él es el que se encarga de todo en mi vida y mis hijas le pertenecen a Él.