"Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados"

Mateo 1:21

Llegamos a la época donde todos andamos corriendo, intentando cerrar el año, concluyendo con todos nuestros pendientes e intentando estirar un poco más el mes para finalizar algunos proyectos. Entendemos que hemos llegado a las fiestas decembrinas donde queremos aprovechar el tiempo que nos queda para ver a nuestros seres queridos que a lo mejor durante todo el año nos fue complicado frecuentar, esperando compartir con ellos un buen momento de compañerismo. Claro, nos preocupa poder tener algo que compartir con ellos en este tiempo, y sean regalos o comida, seguimos corriendo por todas las tiendas para abastecernos de todo lo necesario para estos días, y eso literalmente nos mantiene ocupados todos estos días hasta finalizar el año, y sin pensarlo (y muchas veces sin darnos cuenta) empezamos un nuevo año (si así Dios lo permite) corriendo nuevamente por todo lo que queremos alcanzar. ¿Te suena familiar? Lo triste en esta historia, es que el ajetreo de la temporada nos hace pasar por alto una de las cosas más importantes que deberíamos considerar: ¿Qué realmente deberíamos celebrar / recordar en esta época? No me malinterprete, a mi también me gusta pasar el tiempo en familia, me encantan los platillos que compartimos en las fiestas y aún los regalos, pero a la luz del más grande acontecimiento, que Dios nos anuncia en su Palabra, todo esto debería ser un pensamiento secundario, porque amigo(a) que lees este mensaje, Dios te ha dado algo tan grande que a lo mejor aún ni te has percatado, y puede cambiar por completo tu forma de ver la vida NO solo en estas semanas, sino para siempre.

Mientras que tu y yo estábamos perdidos, extraviados en nuestros pecados, no teníamos ni la remota esperanza de tener un fin bueno. Nuestra forma de vivir y de pensar siempre descarriada e inclinada al mal, nos hace ir de mal en peor y con eso una sentencia clara : NO poder tener acceso ni comunión con Dios que es Santo ("Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" Romanos 3:23), y por el contrario acarreando una sentencia sobre nuestras cabezas que tiene que ser saldada ("Porque la paga del pecado es muerte..." Romanos 6:23). Pero fue Dios, que estando tu y yo en esa condición, que decidió proveer el mayor de los regalos en aquella primera Navidad: Él decidió proveerte un Salvador. Y a través de Él, darnos esperanza; alguien que por su vida y su obra realmente puede hacer la diferencia a nuestro favor y puede saldar todo aquellos que tu y yo no hemos cumplido.

Dice la Palabra respecto a Jesús que nació aquella primera Navidad: "Para salvar a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1:21). No dice para "intentar salvar", no dice tampoco para "salvar en parte", sino para "salvar" de una forma completa y suficiente a todo aquel que desea venir a Él para recibir ese regalo. Tu y yo no teníamos como hacerlo, pero Él estuvo dispuesto a venir para un día tomar nuestro lugar y saldar aquella deuda.

No pases esta temporada sin hacer un alto y examinar esta verdad. Analiza tu vida, ¿Realmente cuentas con esta cercanía con Dios? Y no me refiero de una forma religiosa, sino en verdad una comunión como la que Él desea tener contigo, si tu se lo permites. Date la oportunidad de escuchar y conocer más de este Jesús, que quiere ser quien te de un nuevo empezar este año. Toma una decisión en verdad y ven a Él, confiando en su promesa de Navidad.