
Los judíos estaban completamente sorprendidos y confundidos por la conversión de Pablo. Conocían su posición en Jerusalén, y sabían cuál era su principal misión en Damasco, y que estaba armado con una comisión del sumo sacerdote, que le autorizaba a tomar a los creyentes en Jesús y a enviarlos como prisioneros a Jerusalén; sin embargo, ahora lo veían predicando el evangelio de Jesús, fortaleciendo a los que ya eran sus discípulos, y haciendo continuamente nuevos conversos a la fe a la que antes se había opuesto tan celosamente. Pablo demostró a todos los que le escucharon que su cambio de fe no fue por impulso ni por fanatismo, sino que se produjo por una evidencia abrumadora. {LP 33.1}