
¿Eran gayas? Lo eran, sus ropajes coloridos y entallados no podían ser de otra cosa más que de pirujas o hetairas, pero no sólo había prostitutas, también ladrones, estafadores y ²proxenetas. Leticia se los quedó mirando con desconfianza, pero al parecer sólo con ellos estaría a salvo. Estaba asustada y la profundidad oscura de sus orbitas denotaba que estaba hambrienta. El grupo, en su mayor parte conformado por gente joven como ella, se disponía a dar cuenta de una olla de frijoles con carne de puerco. Una chica entre los demás percibió las intenciones de Leticia y le extendió la mano invitándola a aproximarse, en otras circunstancias habría sido grandioso aceptar la cortesía, pero ahora, no sabía qué hacer. ¡Era una prostituta! Volvió la cabeza para mirar atrás, estaba muy lejos de casa como para volver sola, además ¿Cómo se justificaría ante el celoso chinelero? La repudiaría y si bien le iba acabaría en la calle, no había marcha atrás.
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