
Una vez terminados los compromisos públicos, el virrey invitó a su comitiva y a otras personas importantes, a una *francachela en el salón principal del real palacio. En la mesa de honor se acomodó Juan de Ortega, el arzobispo, cinco invitados de la saliente casa de Asturias, diez de la de Borbón y tres altos funcionarios del gobierno de la ciudad, hasta completar veinte comensales; en las mesas aledañas se acomodaron a los nobles de más alta estirpe, luego a los de cierta importancia, y al último a las grandezas de México no tituladas. Sin embargo no sólo en el salón principal del Real Palacio se disfrutó de un exquisito banquete, toda la Plaza Mayor se convirtió en una fiesta masiva de tres días continuos.