
El tiempo se había ido volando, hacía tres años que Valente Pérez se opuso a que su hija tuviera algo que ver con un simple Tameme << un mugroso cargadorcillo >> había dicho, pero menos de un año de que la obligara a contraer matrimonio con un viejo decrepito dedicado a la fabricación de chanclos, chapines y chinelas, del que Leticia sería la tercera esposa, el sólo ver a la muchacha despertó en el viudo la lascivia ya casi extinta desde varios años atrás, ese escultural cuerpo era la mejor dote que el techador pudo ofrecerle. Leticia fue forzada a permanecer enclaustrada en su habitación hasta que se consumara la boda, así el rico chinelero no tendría nada que objetar sobre la castidad de su prometida...
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