
Dios ama a todos los hombres y quiere conducirlos a todos a la perfección, pero al mismo tiempo tiene caminos distintos para cada uno. Lo que quiere decir que las inspiraciones de la gracia tendrán frecuencias y manifestaciones muy diferentes de una persona a otra. No se puede obligar al Espíritu, y Dios es dueño de sus dones. No obstante, no podemos dudar de que Dios conceda a toda alma las inspiraciones necesarias para su propia santificación y si uno es fiel ciertamente llegará a ser santo.