
El Espíritu también nos lleva a la unidad que Cristo pidió en la Última Cena, “que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti” (Jn 17,21). En su carta a los Efesios, San Pablo habla de la obra de la unidad realizada por Cristo y que se hace presente en nuestras vidas por obra del Espíritu Santo: si bien es Cristo quien “derribó con su cuerpo el muro divisorio, la hostilidad” (Ef 2,14), es el Espíritu quien nos edifica “con los demás en la construcción para ser morada de Dios” (Ef 2,22).