
El Espíritu nos conduce a la verdad. Vivimos en una cultura que dice que no hay verdad, pero que luego se ve fracturada por las consecuencias de esa mentira. Cuando todo es relativo y elegimos lo que es verdadero para nosotros, se produce el caos. El sufrimiento, el odio y la división en nuestro mundo. A menudo pensamos que la verdad es el resultado de lo que nosotros determinamos lo que es verdadero, lo que está bien y lo que está mal. Si la verdad no existe, será imposible que todos se pongan de acuerdo en una cosa, porque cada uno elegirá sus propios deseos, su propia voluntad, lo que conducirá al conflicto.