
En una tierra donde resuenan los ecos de las antiguas profecías, se desarrollan dos historias, unidas por el hilo común del propósito divino y la ambición humana.
Cuando Rebeca se instaló en su nueva vida, le dio dos hijos a Isaac, Esaú y Jacob. Esaú, el mayor, era un hábil cazador, mientras que Jacob, el menor, era un erudito contemplativo. Llegó un día fatídico cuando Esaú, muerto de hambre tras una larga cacería, cambió su primogenitura a Jacob por un plato de sopa de lentejas. Este acto, aunque aparentemente insignificante, pone en marcha una serie de acontecimientos que determinarán el destino de las generaciones futuras.