
A los 21 años volví a Ecuador con el corazón roto y la mente en caos.
Había perdido el control, me sentía solo, lejos de Dios y también de mí mismo.
Una noche, mientras le hablaba a mi papá (que ya había muerto) y buscaba respuestas en el silencio… escuché una palabra que nunca había oído antes: CATARSIS.