
Cuando nos enfrentamos a la soledad, muchas veces lo primero que sentimos es incomodidad.
¿Por qué?
Porque la soledad nos desnuda. Nos deja frente a frente con nosotros mismos.
Y claro… eso puede ser incómodo. Nos damos cuenta de pensamientos que evitamos, de emociones que preferimos esconder, de heridas que no hemos sanado.
Pero aquí está el giro: ese espejo, si lo aceptamos, se convierte en una oportunidad única.
Carl Jung decía que “quien mira hacia afuera sueña, pero quien mira hacia adentro despierta.”
La soledad, lejos de ser un castigo, puede ser el escenario donde por fin abrimos los ojos a lo que somos de verdad.