
Cada día entraba al banco moviendo la pierna en modo Singer arriba y abajo.
Calculaba los ingresos que tenían que llegar aún, los gastos que tenían que pasarme y veía si llegaba o no.
Basaba en eso la mayoría de las decisiones en mis inversiones de negocio.
Qué estrés, amiga. Hoy os cuento mi antídoto. ¡Dale al play!