
Cuando los padres deciden tomar caminos diferentes, es natural que los hijos se enfrenten a una amplia gama de emociones: tristeza, confusión, enojo e incluso miedo por el futuro. Y aunque es una etapa complicada para todos los miembros de la familia, es importante entender que, si bien el proceso de divorcio puede ser doloroso, los niños también tienen la capacidad de adaptarse y sanar, especialmente cuando cuentan con el apoyo adecuado.