
A veces oramos, pedimos, clamamos… y todo lo que sentimos es silencio. El Salmo 22 pone palabras a esa experiencia: abandono, angustia, burla, dolor. Pero también nos muestra el camino de vuelta: recordar quién es Dios, cómo nos ha sostenido, y declarar con fe: “Pero Tú, Señor…”. Jesús mismo oró estas palabras en la cruz, y en Él descubrimos que el silencio de Dios nunca es indiferencia, sino parte de un plan mayor de redención. Hoy aprenderemos a confiar, incluso cuando no sentimos respuesta inmediata, y a recordar que el mismo Dios que guardó nuestro ayer, sostendrá nuestro hoy.