
En este episodio de Almas Luminosas, Caro Angarita conversa con María José Quiceno, una mujer que convirtió el dolor más profundo en su mayor propósito.
A los diez meses sufrió un accidente que marcó su cuerpo para siempre. Años después, cuando su hijo fue víctima de acoso escolar y terminó en una unidad de cuidados intensivos, su mundo se quebró nuevamente.
Pero de esa oscuridad nació una misión: enseñar a otros a encontrar su voz —esa voz que puede salvar vidas, que puede decir “esto me hace daño” o pedir ayuda a tiempo.
Una conversación que habla sobre la vulnerabilidad como poder, las heridas como camino de luz, y la importancia de escuchar con el alma.
Porque, como dice María José: “Las heridas son tatuajes del alma, y vinieron para recordarnos que no estamos solos.”