
La paz es un tesoro incomparable, y ella nos ha sido dada a través de Cristo. Es inconcebible que un creyente viva bajo zozobra, en angustias, por la falta de paz en su vida. Hemos visto que semejante actitud es ofensa a Dios, porque con ella estamos diciendo indirectamente que a Dios “se le escapan de control” ciertas situaciones que ocurren en la vida de sus hijos. Es tiempo de replantear las cosas, arrepentirnos y permitir que la paz de Dios gobierne nuestros pensamientos y corazones.