Cuando hablamos de patronal discográfica nos referimos específicamente a tres grandes sellos que al día de hoy concentran la mayoría del repertorio musical a nivel mundial: Warner Music Group, Sony Music y Universal Music Group.
Escuchar historias de bandas que se pelean con sus managers, rompen acuerdos con sellos discográficos, suspenden shows y se rebelan contra sus propios jefes es divertido, aunque no siempre cierto. Existen varias polémicas de artistas que en algún momento fueron considerados antisistema que en realidad fueron orquestadas por sus propios departamentos de marketing, publicidad y promoción.
Como en el caso de cualquier trabajador, la firma de un contrato con una empresa limita su autonomía y acota su libertad de acción, más en un sector como el musical, que nunca se caracterizó por tener una unión de trabajadores organizados para luchar por sus derechos laborales, muchas veces pisoteados por cláusulas leoninas y por la audacia de empresarios y productores que viven de aprovecharse del desconocimiento que los artistas tienen de los aspectos jurídicos de su trabajo.
Justo es decir que muchas de estas lógicas de subordinación y explotación laboral no son monopolio exclusivo de las grandes compañías, ya que también han sido implementadas por sellos discográficos de menor magnitud a lo largo de la historia.
Podés escuchar completas todas las canciones que han sonado en Alguien tendrá la culpa en esta lista de Spotify
Una columna sobre Trap en la que no escuchamos Trap parece un sinsentido, pero a veces es necesario desandar los caminos musicales de un género para comprender cuáles son los elementos que lo definen. El recorrido musical de hoy, pretende ser una muestra retrospectiva de algunos gestos musicales del Hip Hop de Atlanta (Estados Unidos) de mediados de los 90’s que se transformaron en sellos distintivos de lo que hoy en día conocemos como música Trap: la base rítmica, la manera de rapear en sílabas y tresillos, y el exagerado uso del autotune (afinador artificial para voces).
El repentino estallido de artistas trap provenientes de Estados Unidos tuvo especial recepción en países centroamericanos como Panamá y Puerto Rico, en donde se fusionó con el dembow (ritmo característico del reguetón) y devino en lo que con límites muy difusos catalogamos como Trap latino.
Lo cierto es que el Trap, lejos de su origen en Atlanta, se ha convertido en una estética más que en un género. Algo de lo que que la industria discográfica ha sabido sacar buen rédito generando artistas/productos en serie bastante similares entre sí, impulsando una moda los principales consumidores: los jóvenes y adolescentes.
Las canciones que sonaron en esta edición de Alguien tendrá la culpa se pueden escuchar en esta playlist de Spotify.
Desde hace varias décadas las identidades trans vienen narrando su propia historia en el mundo de la música y el arte en general. A fuerza de años de lucha y disputa política, la comunidad LGBTI+ es la única responsable de que el mundo cis haya normalizado la aparición de otras identidades en la industria del entretenimiento.
Si bien su representación en series y películas, en festivales de música, o en catálogos de galerías de arte sigue siendo minúscula, las identidades transgénero han ganado cierta visibilidad en los últimos años.
En Uruguay, los eventos enmarcados en la campaña por la Ley Integral para Personas Trans, realizados en 2018, nos mostraron algunos artistas uruguayos muy interesantes, como el músico Benjamín Runco. Por otro lado, la realización de la Semana de Arte Trans se ha impuesto en la agenda cultural local acercándonos excelentes artistas locales e internacionales.
En la cuarta entrega de “Alguien tendrá la culpa”, el viaje musical estará signado por las historias de compositores e intérpretes musicales que han hecho la transición durante su carrera, es decir, en medio de una gran exposición pública.
Algunes artistas han optado por tratar en segundo plano y con discreción todo aquello vinculado a su identidad de género, otres han utilizado su propia transición como motor creativo para dejar plasmado musicalmente este trayecto identitario. En otros casos, ser hombre o mujer trans, es el motivo central de la producción artística y por consecuencia, su obra emerge como un manifiesto político reivindicativo y de resistencia.
Todas las canciones que sonaron en este podcast se pueden escuchar en esta playlist de Spotify
La propiedad intelectual por lo general se nos presenta como un asunto complejo e intrincado de analizar. Monopolizar bienes intangibles mediante un cerco legal, prohibiendo y sancionando cualquier utilización indebida de los mismos, no suena fácil, es cierto.
El derecho de autor para la mayoría de las personas es “algo que hay que pagar” (en el caso de los usuarios) o “algo que hay que ir a cobrar” (en el caso de los autores).
Esta concepción meramente mercantil de cómo funciona el arte en general, se lleva por delante una diversidad de situaciones en donde resulta insuficiente pensar en propietarios e inquilinos, como si se tratara de una casa.
La música es una construcción colectiva. Reutilizamos elementos y estructuras que ya existían, nos inspiramos e intentamos tocar dialogando con otras obras, con otros artistas. Transformamos lo que ya conocemos, heredamos mitos, creencias, costumbres, búsquedas y formas de sentir y expresarnos.
El sistema autoral se basa en la originalidad, un concepto incapaz de reconocer las dinámicas y los procesos mediante los que se produce la cultura.
En esta segunda edición de “Alguien tendrá la culpa”, vamos a analizar distintos conceptos de autoría en la historia de la música. Coplas anónimas que se cuelan en el cancionero popular, estructuras rítmicas y melódicas de las que nadie podría apropiarse, collage de sonidos que generan nuevos lenguajes y fundan géneros, el copyright del silencio y el acervo cultural común de la humanidad, son algunos de los ejes que nos guiarán a lo largo de esta columna.
Escuchá la música que seleccionamos para este podcast en esta playlist de Spotify.
Participación de las mujeres en la industria musical
Llamamos industria musical a aquella que lleva a la música desde el primer eslabón de la cadena de producción hasta el consumidor final. Dentro de ella, la industria discográfica se mantiene hace décadas como la más importante y de mayor influencia e impacto económico a nivel global.
Desde una perspectiva de género, no debería extrañarnos que las dinámicas en la industria musical sean un reflejo de la inequidad de la sociedad en general. Cuando analizamos sus datos y su funcionamiento es muy fácil confirmar que como toda la industria del entretenimiento, no ha escapado de las lógicas patriarcales y por tanto, las mujeres se vean subrepresentadas y en situaciones dispares.
En la primera edición de la columna semanal “Alguien tendrá la culpa”, Salvador García nos invita a hacer un recorrido por el mundo y analizar algunos datos que dan cuenta del desbalance en materia de género que existe hoy en la industria de la música.
También conoceremos algunos colectivos y plataformas de mujeres vinculadas a la música que se plantean tanto exponer el sexismo en cifras, como promover acciones y posibles soluciones para revertir esta situación.
Canciones que sonaron en esta columna:
"Alguien tendrá la culpa" de Christina Rosenvinge - Lo Nuestro (2015)
“Clouds” de Lucía Caruso - Throw My Windows (2013)
“Break the Rules” de Charli XCX - SUCKER (2014)
“Keep Going” de Ema Remedi (The Tellurian Experience) - Alternate Universe (2019)
"Mi vida, mi cuerpo, mi decisión" de Mare Advertencia Lírika - Experimental Prole (2014)