
La gracia no es una excusa para seguir en pecado, sino una fuerza divina que nos ayuda a vivir conforme a la voluntad de Dios, permitiéndonos avanzar en su Reino y ser luz en el mundo.
Es cierto que la gracia del Señor ha sido malinterpretada en muchas ocasiones. Algunos la ven como un permiso para pecar sin consecuencias, cuando en realidad es un regalo divino que transforma vidas. La gracia no es simplemente un recurso para el perdón, sino una fuerza poderosa que nos llama a vivir en santidad y rectitud.